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Al filo de la rama. Las aventuras de las plantas

En la bella población de Artana, donde el imponente arrebolado de la masa forestal da un agradable color al paisaje de cielos azulados, casi blancos, que al este se funden con el mar, y al oeste con el ocaso entre las calizas montañosas. Un mar de ramas luchan entre sí  en una hermosa batalla por ganar el  sol.  Se alzan en la foresta  las  colosales  estructuras leñosas de forma caótica, escalando unas sobre otras. Los más grandes árboles ganarán la batalla.  Sus  hojas sentirán cómo la luz penetrar en ellas . La victoria en esta guerra es atrapar la luz. En algunos rincones con grandes árboles  no llegará jamás  al suelo.

En una senda que me lleva a un grupo de casas en las montañas de Artana, conduzco una furgoneta con un equipo de trepa en altura, sigo a un coche bajo las ramas que me rodean por todas partes mientras se levantan del suelo los hojas arrastradas por el movimiento de los vehículos para volver a caer.

 

Nuestro destino, mi trabajo,  en una casa utilizada para el descanso familiar, reuniones, vacaciones…; hay algo que preocupa a sus propietarios desde hace tiempo y no les deja estar tranquilos. Un enorme alcornoque ha crecido en el ribazo de arriba, ocupa parte del muro de hormigón que ancla los postes de la valla de metal. Una de sus grandes ramas está dentro de la propiedad , se yergue sobre  el techo de la vivienda amenazando con su colosal tamaño en hacer añicos. Cuando examino el árbol para trepar , visualizo  las marcas de los intentos anteriores  de quitar las ramas peligrosas . Aún está marcada la altura de hasta donde llegaron la persona que intentaron podar el árbol. Los restos de este intento son varias cinchas de camión podridas por el agua, el sol y el viento,  atadas aún  al tronco  a casi seis  metros de altura. 

 

 Ese es el punto más alto al que  llegaron mis antecesores. Yo debo trepar más del doble de altura de donde lo dejaron , hasta lo máximo que pueda sin que se quiebre la rama con mi peso, y apear con delicadeza las ramas que están  en vertical  sobre un frágil techo de placa.  Con poco peso que caiga  se romperá. Instalarlo el freno de apeo de troncos , una persona se ocupara de esta labor, frenar la caída de las ramas. Otra debe desplazar la rama hasta el patio, y desenganchar la rama para que vuelva la cuerda de apeo a mis manos.Lo primero que calculo es la altura del corte de la rama con el techo. El objetivo de mi trabajo es salvar esta infraestructura y dañar lo menos posible el árbol. El árbol debe seguir allí muchos años más, pero  no debe  ser un peligro para las personas. Miro arriba y abajo, marco con la motosierra. Ato la rama con un as de guía corredizo, todo el mundo ocupa sus posiciones. Desde arriba se adivina el   nerviosismo por ver lo que va a pasar dentro de un momento. Respiro a unos 12 metros de altura en el filo de una rama que tiembla con una motosierra arrancada en las manos. El tiempo parece detenido, cristalizado. Miro arriba y veo pasar los aviones dejando tras de si las estelas blancas, las montañas, el vuelo de los pájaros. Miro ahora  abajo están todos observando . Debo parecer un náufrago  aferrado a su madero. Soy  pequeño punto entre las ramas alejado del resto de personas. De igual modo que el náufrago en el madero. Un madero  lleno de cuerdas en una rama que va a ir desapareciendo.

 

 

La motosierra se mueve, mientras yo y la rama que va a caer estamos detenidos, atados juntos , la cadena de la motosierra avanza. La sacó  antes del corte llegue al final. Se vuelve hacer un momento de silencio absoluto. La rama está cortada y quieta, poco a poco se mueve extrañada de lo que pasa, en su ceguera se tambalea y empieza a caer al vacío  hasta quedar detenida por la cuerda unida por una polea al freno. El  golpe violento del frenado y el peso de la rama hace mover el árbol que se agita conmigo . La rama de unos cuatro metros de altura, ya cortada  se balancea invertida sobre el techo. La rama principal en la que estoy deja de moverse  tras el violento impacto del corte.Vuelve a estar quieta y yo seguro. Hay  un espacio de unos dos metros entre la rama y  el techo.Todo ha ido bien, ahora el equipo de tierra va frenando y estirando la cuerda hasta sacar la rama  al patio. Puedo descender unos tres metros de metros. Así una y otra vez, iremos descendiendo las ramas y yo.

Al terminar, nos felicitamos. Nos  damos todos un abrazo cuando estoy en el suelo, y nos metemos en la casa a celebrarlo. Todo ha ido bien.Me despido, salgo con la furgoneta por el camino,paso bajo las ramas un trecho hasta salir a la carretera.

Ángel Blasco