Freddy Kalvo

La niña Prudencia

Pasó la niña Prudencia

por un lugar muy bonito,

donde buscaba algo bueno

y escuchó solo alaridos.

 

Se quedó escuchando atenta

alaridos matutinos

preguntándose: —¿será,

que de dolor llora un niño?

 

Se asomó por la rendija

que tenía una ventana.

Pero no era ningún niño,

era un gato que lloraba,

 

como un chico emberrinchado

que enojado da patadas.

No es preciso que me crea

¡Pero lástima causaba!

 

No dudó niña Prudencia

[…viendo al gato con su drama

que mordiendo estaba un hueso

que le apretujaba el alma…],

 

de seguir por su camino

sin decir una palabra

porque si metía manos

la aruñaba con sus garras.

 

La Prudencia no comulga

con los necios imprudentes,

como el gato que maúlla

y hasta víctima se cree.

 

Esta fábula que cuento

hoy deja una moraleja:

«En asuntos tan triviales,

es mejor que no se meta;

 

y ante raros alaridos

o de reiteradas quejas

pa´ mayor tranquilidad,

lo mejor es la Prudencia».