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CÁDIZ ENTRE CARNAVALES Y CHIRIGOTAS

Cádiz se abre y se muestra
como ciudad que se siente reina
y quiere vivir
el día a día sin sufrir
por algo más que no sea
el tanguillo que llama a juerga
y el chacarrá de Benalup
pegado a las suelas,
que suena y resuena
a golpes de tambor
antes de entrar en guerra.
 
Cádiz en una bahía
que del mar es su perla.
 
Brillo de hojalata
el Océano Atlántico
su color le presta
y ella se deja oír,
es música que alegra
y por allí entre las piedras
una cultura perdida espera
que Tartessos emerja
con esa entrega,
que le da fe a quienes perseveran
en algo con todas sus fuerzas.
 
Cádiz con sus carnavales y verbenas,
con sus chirigotas
que al más pintado pelan,
entre vinos y placeres,
entre ventoleras y palabras
de ingenio recubiertas,
de un pueblo que las quiere
desde la cabeza hasta la médula.
 
Así se expresaba
hace un siglo y medio,
ya nada queda,
un poeta:
\"Rompo a hablar en catalán,
salto, si tocan la jota,
al negro toco el tan...tan,
bailo danzas con afán
cuando estoy de chirigota\"
 
Cádiz me chifla,
sea por lo que sea.
 
Ya sea Tacita de Plata,
por su ríos
cargados de sorpresas,
por su torre Tavira,
por Sanlúcar de Barrameda,
Doñana ni se cuenta,
por su hermosura plena.
 
Por algo Cádiz me lleva
de cabeza,
por ser una perla,
la muleta de un torero
que en la plaza
se siente enamorado
de la fiera,
con la que lancea
y viste a la muerte
de lentejuelas.
 
Por ser ella,
solo ella,
la madre de las castañuelas,
en manos de quien
las hacen cantar
y juegan con ellas,
 
Cádiz en mi es la sonrisa que no cesa.
 
Que pena
hablar de ella
sin conocerla
y más pena
si fuera mujer
por no alcanzar a poseerla.
 
Que pena
yo de ella su enamorado
y ella ni se entera,
que por aquí anda un poeta
cantando sus bellezas.