jvnavarro

LA CIUDAD QUE HOY DIBUJO

Inhóspita la ciudad que hoy dibujo
vive en cada uno de nosotros,
sus ojos son profundos y llegan con su visión
hasta allí donde el aire se pudre.
 
Las termitas en ella habitan
en los lugares infectados de ilusiones,
en esos sitios
dentro del perímetro de la urbe
que se atascan en los pulmones
de los trabajadores que por las noches
cargan con sus brazos la basura que la pudre.
 
Ciudad es esta con milenios de existencia
sobre sus espaldas,
ahora con el tiempo reconvertida
en verdadero enjambre de abejas obreras,
con sus reinas viviendo indiferentes
a lo que en ella se mueve,
cada vez que un coche de bomberos pasa,
que una ambulancia con su sirena avisa
de que alguien va en su interior
camino de una sanación posible.
 
Deslumbran en su indiferencia las farolas
en sus encendidos declives parpadeantes
en las avenidas que llevan
al mar convertido en una sucia cloaca.
 
Un trasiego inmenso,
el mismo que se ve llegar día a día a los mataderos,
es el que sube y baja las escaleras
que llevan a los metros.
 
Miles de ciempiés con sus carteras y bolsos,
con sus `preocupaciones,
se ven en esos lugares ganados
a los viejas ruinas de otras épocas
por allí enterrados.
 
En algunas ventanas,
las que han dejado de lado las cortinas
para que la luz entre en su interior,
se ven las siluetas de personas
ajenas a lo que en la calle pasa,
el café de la mañana sobre los labios;
el sombreo ya colocado encima la cabeza;
el beso de despedida;
el libro abierto del estudiante;
la mano que acaricia a un enfermo;
el amor invertido
en la compra de un ramo de flores;
un llanto, el de un bebé recién nacido;
una bofetada más,
en esa mañana,
la de un mal hombre a una mujer,
que sufre ella en el más triste de los silencios.
 
Todo esto es lo que se encuentra uno
en esa ciudad tan inhumana,
con sus parques ya abiertos
para que entren y salgan las palomas,
camino de un río lleno de vida entonces,
para cuando yo escribía cuentos,
y no ahora en que esos cuentos
se hicieron realidad
y es que yo sigo siendo el de siempre,
esa estatua sobre la que el agua resbala,
el que todo lo ve y siente,
así la ciudad no hubiera existido nunca.