Alberto Escobar

Hablas

 

Hablas para no verme —Como 
un poema enterado
del silencio de las cosas.

—Alejandra Pizarnik.

 

Hablas y hablas,
hablas sin parar, sin mirar
a quien tienes en frente.
Hablas de bobadas,
de asuntos sin sentido, 
haces ruido y contaminas
el alma, ensordeciéndote. 
Tu voz se convierte en cigarra
de verano, sepulta el silencio
propio de la hoja, de la flor, 
lo somete a un garrote vil
despreciable, atronador,
pronuncia un lenguaje sin pies 
ni cabeza y todo, todo, para acallar
tu voz interior, tu verdad, 
aquel pulso que late dentro, y
que no interesa que escuches
porque te aleja de lo que importa
al que puede, al que vende, 
al que manda, a quien solo le interesa
tu docilidad, tu maleabilidad, a quien
le importa un comino lo que dentro
de ti sucede.
Sigues y sigues hablando,
como poseso, poseído de unas manos
que te guían desde arriba,
desde la atalaya de unas cuerdas,
desde el cordaje que maneja
los hilos de este universo, y tú,
tú no te das cuenta, marioneta.
Hablas y tus ojos me miran
sin mirarme, mirando a una nada,
a un vacío tan profundo que sobre él
ni siquiera navega un barco a la deriva, 
ni playa que bese la arena, ni niños
bañando sus vacaciones de verano.
Todo es un carrusel de insignificado, 
de estulticia, de insilencio,
que da vueltas y vueltas para no parar
en su esencia, no pensar qué se hace
ahí y ahora, qué sentido tiene girar,
dar vueltas como un hámster enruedado,
eternamente ennoriado, Sísifo roedor. 
Hablas y sigues, sigues y hablas
y tu lengua no puede parar, y lo peor
es que el mundo te jalea, aplaude
tu ruido, tu estertor insoportable,
tu mimetismo, tu impersonalidad,
tu borreguismo a ultranza, y compras,
y compras, y consumes y consumes,
y no paras de hablar y no te paras 
a pensar dónde estás, sigues, andas
hacia ninguna parte como siguiendo
un dictado, como un salmón que aún
entregando su vida asciende su río
y se ofrece a las fauces de un oso,
no sin antes dejar su carga genética
sobre unas aguas turbulentas, las suyas
—sin pensar para qué—.
Hablas y hablas y hablas, bla, bla, bla,
descendiendo hacia un féretro insonoro.