¿Cuántas veces moriré a mi cuerpo, al deseo insaciable de ser tocada con tanta pasión que los cuerpos se fundan en un solo abismo?
¿Cuántas veces moriré al ritmo de la balada más lenta, esperando más que sexo?
Quisiera verme envuelta en la sincronía de un mismo sentir, de un mismo fuego que consuma mi alma con la suya.
Quisiera verme diluida entre sus piernas, entre la calma, entre la nada.
¿Cuántas veces me veré morir en la frustración de no saber que es perder la cabeza en una basta ilusión?
¿Cuántas veces me veré morir en la frustración de tu cuerpo frío, moribundo de la falta de mí?
Quisiera verme jugar entre miradas, sin vergüenza, que sollozan el letargo de un respiro.
Quisiera verme enloquecida y correspondida en medio del sonido de un violín y la voz de Charles Aznavour.