Alberto Escobar

Me frustro...

 

Es por la herida 
por donde entra
la luz. 

—Yalal ad-Din Muhammad Rumi.

 

 

No sé nada.
No alcanzo a conocer.
Mi intelecto no da
para llegar a la verdad.
Mis carnes quieren 
abrirse al saber pero
las heridas no surten
efecto, no bastan.
Dios me tienta, 
me visita, desayunamos
juntos, me cuenta
su día a día y charlamos,
mas mi mente es castaña
abierta ante su presencia,
escucha pero no comprende,
mira pero no abarca,
se esfuerza pero el esfuerzo
es vano y se rinde,
y continúa, aunque fuese,
hacia un precipicio sin fondo. 
No alcanzo pero pugno,
pretendo con la fuerza 
de mi intención, mas no
logro rozar ni tan siquiera
una verdad que sustancie las cosas.
Mi anheloso peregrinaje
es el buscar de un sol 
que se va poniendo al horizonte;
este se ve, se siente, se percibe
en majestad sobre arreboles
del rojo al fucsia,
mas cuantos pasos dé en su busca
son vanos intentos de prendarme
de un imposible —no alcanzo...
La herida que se me abre
en la carne es puerta, producto
específico de un insistir
sin fruto, de un morder
el mármol—soy un Tántalo 
sin ilusión ni esperanza. 
Apenas logro ver aún dejando
caer toda mi voluntad sobre los ojos, 
si acaso la punta de un iceberg
irresistible, invisible, inabarcable,
inalcanzable a la minúscula capacidad 
de mis sentidos. 
No sé nada, y por mucho 
que alcance a saber
será siempre una mísera gota
en un imposible océano, inconmensurable.