Dos adalides
siempre me acompañaron,
en los difíciles
laberintos de la vida.
Uno franco e inteligente.
benefactor del prójimo,
y andante caballero
en mi niñez.
Fue mi padre Ricardo.
Otro valiente y sincero,
realizador de mis proyectos.
infatigable compañero,
y colega en las luchas
por la Justicia.
Fue mi esposo Antonio.
Recibí sus legados.
Inmateriales e imperecederos.
Sus legados de amor.
Hoy recorren otros caminos.
Perdura su estela
imborrable.
Ellos permanecerán
para siempre.
Pues son,
mis dos adalides.