Las rosas que han nacido para aromar la vida hoy han muerto;
Injusta es la existencia que hace fulgurar aromas de corta fragancia,
A ti, angélica pureza de media cosecha de dichas y sueños,
Hoy despedimos en el viento que lleva estas palabras.
Naciste en los calendarios favorables a las flores y la tierra
Para partir, inesperadamente, como las golondrinas al invierno,
Te llevas un carrusel de ensueños de los vívidos veranos
Entre las hojas secas del otoño que hoy adornarán tu cuerpo.
Ante tu última morada en la faz de los hombres, pequeña beatitud,
Nos turbamos ante el fugaz brillo del carnaval de la existencia;
Ante tu unión eterna con el verdor y el sol, dulce santa,
Nos acongojamos ante las penas de los sueños que ya fueran.
Brota como semilla en el depósito del descanso plácido y postrero
Renace a los campos y a las mentes de quienes te amamos siempre
No nos dejes las penas de tu mortalidad, hoy que yace inerte
Y pervive en nuestras ilusiones como el amor puro más eterno.
Y ahora que te despedimos, benigna señal corpórea de la esperanza,
Ahora que partes sin conocer las traiciones y alegrías del mundo humano,
Déjanos con el hilo blanco de la dicha divina que un niño representa
Para aliviar los suplicios de aquellos que te amamos y aún en vida caminamos.