José Ángel Pineda

Leo tus labios

Leo tus labios...
escritos en parábolas, como rayos
de luz que se absorben por hendijas 
y grietas, en todas las paredes
delicadas, incesantes, 
encadenadas…
firmes ondulaciones, entre la calma
empapada, en el eje aceitado,
la clavija…
y la resonancia pertinaz
donde gira una preciosa flor entusiasmada.
Leo tus labios...
en un canto, una lágrima alegre,
y una espiga en la colina
espera con las ansias, y se alzan
los abrazos, entre las piernas 
que tiemblan de armonía,
los secretos de una cántico lejano,
y un grito de una silvestre hembra
encarnada en una pasiflora,
enredada en la ramaje de la selva,
con el deseo que se arranca
por capricho.
Leo tus labios
En los abismos, hondos, huecos,
que acarician la húmeda tierra,
el paisaje es agreste y delicado,
escabroso y muy fino, 
entre cavernas oscuras
y algunos claros profundos,
ahí la hermosa colina espera con ansias
en el jolgorio de brisas inquietas,
el agua que estremece, que se agita
en torbellinos, y un paisaje de rocas,
entre los caminos, donde el movimiento
surge placentero.