Hugo Emilio Ocanto

***Tan solo una noche de sexo*** - Monólogo- - Autor e intérprete: Hugo Emilio Ocanto -

Noche de viento.

Se siente cálido.

Fuerte viento. Al caminar,

mis zapatos  me dan la impresión,

que quisiesen aferrarse

al pavimento.

Camino, y siento un

enorme peso en las piernas,

como si las arrastrase.

Me urge llegar,

Pero el viento

y la pesadez de mis piernas

dan la sensación

de que nunca he

de llegar a destino.

Voy a tu encuentro,

mujer algo conocida,

poco conocida,

mujer enigmática,

de personalidad

única y diferente.

A medida que mis

cansados pasos avanzan,

voy recordando el momento

en que nos conocimos.

Aquella noche.

Tan cercana noche.

Hoy dos semanas hace.

Nos encontramos

casualmente,

en la fila de una 

cabina telefónica.

Tu estabas delante mío.

Tuve que ser paciente.

Tu conversación fue extensa.

De vez en cuando

mirabas hacia el exterior,

y tu mirada se encontraba

con la mía. A través del vidrio.

Notaba en tu diálogo

como si estuvieses enojada.

Por momentos sentí

la sensación de verte 

con lágrimas en tus ojos.

Estabas triste, afligida...

Cuando al fin

dejaste de hablar,

abriste la puerta,

saliste, y con una leve

sonrisa te disculpaste

por la demora y me dijiste

susurrantemente, que me esperabas

en el exterior.

Pagaste tu comunicación,

y al entrar yo en

la cabina, vi te quedaste 

afuera, esperándome.

Traté de hacer mi llamada

lo más breve posible.

Llamé a mi esposa,

diciéndole, entre otras cosas,

que esta noche llegaría

un poco más tarde,

debido a que tendríamos 

una reunión de amigos

de la empresa,

para tratar asuntos importantes

de ella. Todo quedó aclarado

y aceptado entre mi esposa y yo.

Llegaría más tarde, sí.

Lo presentí, debido al pedido

de mi desconocida.

Después de abonar, salgo.

Ella estaba alli, esperándome.

Nos dimos la mano,

saludándonos y presentándonos.

Erika Fornier, me dijo,

al darme su nombre.

La invité a tomar un café.

Sentados en el bar,

le pregunté qué es lo

que necesitaba de mí.

Me miró con sus tristes ojos,

y me respondió:

necesito tener una hora

de sexo contigo.

Me dijo que yo le

había interesado, en realidad

su expresión, fue gustado.

Que estaba en una mala situación

económica. Y que me cobraría

doscientos pesos la hora.

Me comentó que pensaba

no estar errada al creer

que yo gusté de ella

por mi forma de mirarla.

Le contesté no estar errada.

Que me gustó desde el

primer momento,

y que de alma me hubiese

ido a encamar con ella.

Ya ves lo que es el destino,

le dije. Yo con ese deseo

y pensamiento, y tú

te me ofreces para 

pasar una hora contigo.

Lo acepto Erika.

Vamos ya. No dispongo

de mucho tiempo,

pues tengo que ir a casa

a encontrarme con mi esposa.

Dejamos el bar.

Salimos, y a pocos metros

nos metimos en un hotel

de citas de muy buen aspecto.

Llegamos.

Nos dimos una rápida ducha,

y de inmediato estábamos en la cama

completamente desnudos,

y pasando esos sesenta minutos

plenos de gozo y placer sexual.

Le pagué sus servicios

trescientos pesos.

Me hizo lo inimaginable.

Todo.

Pasamos una hora inolvidable,

de lujuria y sexo.

Le pedí su teléfono celular.

Me dijo que solo tenía un directo.

Me dio su número, y me

pidió, que la llamara

cualquier noche de 20 a 21,

recalcándome que no sea antes

ni después de esa hora.

Y que en el supuesto caso

en vez de atender ella,

fuese un hombre,

cortara la comunicación inmediatamente.

Le prometí que en cualquier

momento la llamaría.

Así la conocí a esta enigmática

mujer, sin saber demasiado

de su vida, ni ella de la mía.

El único dato sólido que

me quedó, es que se

dedicaba a la prostitución

porque debía subsistir.

Una de tantas... pobre mujer.

Extraño acontecimiento

este en mi vida de casado.

Es la primera vez.

Nunca falté a mi esposa.

Siempre le había sido fiel.

Esa noche, después de mi relación

con la enigmática Erika,

me quedé con un pequeño

cargo de conciencia.

Pero me dio mucho placer,

y a otra cosa...

Llegué con toda naturalidad

a casa, le di un beso a mi esposa,

y después comenzamos a cenar.

Ella no cenó sola. Me esperó,

para cenar juntos.

En realidad, no era muy tarde

Eran las 22.30 hs.

Al terminar de cenar,

mi esposa lavó los platos,

mientras yo me fui a dar

una rápida ducha.

Después de ella, hizo

lo mismo mi esposa,

y nos fuimos

a la cama a amarnos.

Ya han pasado dos semanas de

mi encuentro con mi enigmática

mujer por una noche.

Compro el diario.

Me detengo a leerlo

en ese mismo momento.

Sucesos del destino.

En la página de policiales,

encontré un enorme

título diciendo:

\" MUJER ASESINADA EN UN MOTEL CENTRICO\"

El nombre de la mujer asesinada: Erika Fornier.

Quedé estremecido.

No sé por qué, no puedo explicarlo,

se me ocurrió hablar al número

que ella me había dado.

Eran las 20.30. Llamo.

Me daba ocupado.

Vuelvo a llamar.

Me atienden.

\" Hola\", dijo una voz de hombre.

Colgué.

Caminando lentamente me dirijo

hacia la casa de sepelios.

Llego. Me dirijo a la sala

donde ella se encuentra.

Había muy poca gente

sentada. Y un hombre

parado delante del rostro

de la muerta.

Este hombre, estaba muy pálido,

y con lágrimas en sus ojos.

La muerta, me dió la impresión

de que solo estaba durmiendo.

Se la veía totalmente hermosa,

como esbozando una leve sonrisa.

Me quedé allí parado,

mirándola, y sentí deseos

de llorar, pero no.

Frené mi llanto. 

Todos los derechos reservados del autor( Hugo Emilio Ocanto- 19/10/2012)