Golpe de mar

¿ Qué sabrá el mar?

 

¿Y qué sabrá el mar de tostar cenizas?

¿Y los halcones del consuelo del ciento volando?

¿Y las volteretas de alerones tornasolados?

 

¿Qué sabrán tus bragas de lo que se mojan por las noches?

 

De sueños, de rencores, de esperanzas y agonías,

de huracanes de mañanas de papaya con naranja,

de los ecos de jadeos de galgos flacos 

huyendo de los tiros de su dueño

por comerse a la liebre atrapada.

 

Tu hambre con mi ayuno.

 

Un síndrome de Diógenes

de lenguas trenzadas 

en látigos de fuego.

 

Mi sed con tu falta de café,

que apago triste y torpemente

como un niño con su regadera

sobre la montañita de arena.

 

Todas ellas, mis lágrimas saladas

que se pierden

como si quisieran

atravesar la tierra entera, 

reaparecer en otro océano

y reorganizar el clima 

que rodea a tu pelo

para que nunca más

necesites mascarillas.

 

Para que por siempre

 

podamos traspasarnos

los delirios entre nuestras bocas

sin miedo a que se sequen 

 

por la calima 

 

de esta pena.