MonoFloyd

Florecer

Nuestro vínculo se forjó en el compás de los latidos,
dos almas en sintonía, dos viajeros decididos.
Ella, el dulce aroma del café al amanecer,
mi noche serena, mi alborada, mi constante renacer.

Es calma en el bullicio, es canto en el silencio,
cuando nuestras palabras danzan, se teje un encantado lienzo.
Conversamos por horas, el mundo queda en el olvido,
un río de pensamientos compartidos, donde el tiempo es un mito.

Quizá no deba sumergirme, me advierte la prudencia,
pero en cada encuentro, siento una creciente efervescencia.
A pesar de la distancia, a pesar de lo que nos separa,
una conexión inexplicable, como las estrellas entre la maraña.

Cada semana, nos encontramos en este virtual café,
donde el sabor del chocolate en nuestros labios florece.
Con cada encuentro, cada charla, la distancia se disipa,
es un viaje constante, una exploración que nunca se precipita.

Su figura es una melodía, que en mis sueños se despliega,
y quisiera, oh, cómo quisiera, descubrir lo que en ella se integra.
Más allá de su sonrisa, más allá de su mirada,
hay un universo por descubrir, una joya delicadamente encajada.

Ella, la canción que en mis noches palpita,
una conexión genuina, donde mi corazón se excita.
La promesa de un misterio, el deseo de conocer,
cada vez más profundo, cada vez más dulce, cada vez más mujer.