Urquiza

INSTANTES

El entro por la mañana, como cada mañana, desde que se había mudado a esa nueva ciudad lejana. El café y su moza siempre sonreían, siempre la misma rutina, la misma copa, el mismo pedido.

Ella cumpliendo a rajatabla su deber, se acercó sonriéndole, pero sus ojos no eran igual al de otras mujeres que el miraba, ella convertía esa mesa de café, en un paraíso.

Se acercó con su cuerpo femenino, y entregó con sutileza el pedido del enamorado, el la observaba una y otra vez, reía, disfrutaba su presencia, en silencio, junto al perfume que dejaba su cuerpo.

Nunca se lo dijo, ella jamás lo volvió a ver, el recuerdo aun perdura.