Saray

Azul

Ella era como cualquier otra mujer, con rutinas, con gatos, con más miedos que ganas, pero con más deseo que miedo. Caminaba descalza, decía que era su forma de conectarse con la tierra... ver sus pies sucios la hacían sentirse parte de ella, pensaba que en cualquier momento iban a brotar de ellos alguna rosa roja o un girasol y se iba a convertir en montaña, que de sus piernas emanaban ríos y de sus ojos salían rayos de sol, que sus senos eran colinas gigantes que sólo los más expertos podían escalar. Su cabeza estaba llena de enredaderas y maleza, que por más que la limpiara volvía a crecer, la consumía y la escondía, no la dejaba ver... Se sentía cansada...

Los días pasaban y con ellos esa angustia de mantenerse viva, ese acelere insostenible e incontrolable, ese tener que responder, seguir, no detenerse. Empezó a acumularse, a llenarse, a absorber... Poco a poco todo empezó a perder sentido, el peso de la existencia comenzó a enterrarla en vida, cada vez hacía más parte de la nada y la nada se adueñó de su ser, no salía, no reía, no interactuaba, difícilmente comía o dormía, su cuarto era un mar de desorden y restos de vida...