Brom Beto

EL PALOMAR



Desde chico tuve atracción por los pájaros en general, y por las palomas en particular. Es una especie, para mí, muy especial; digna, seria, esbelta, no obstante simple, pero arrogante. Cada vez que las encuentro, me emocionó como si sería la primera vez; me detengo, las observo detenidamente, quizás para encontrarles su secreto. En el fondo de nuestra casa, después del patio de baldosas, más allá del jardín, había un sector alambrado, que mi madre lo utilizaba como criadero de gallinas para uso familiar.

Cierto día consulté con ella, preguntándole si podría criar en un costado de tal gallinero, mis primeras palomas. No me fue fácil conseguirlo. Después de varios tire y afloje, ¡¡Lo logré!!

Construí mi pequeño palomar. Coloqué todo lo necesario, recibí ayuda y recomendaciones de César, el novio de Isabel, la chica que trabaja en casa, palomero profesional.

Pequeñas casillitas a lo largo de una de las paredes, algunos bebederos para agua, unas cajitas para los granos. Todo fabricado por mí, con maderas, latones y demás elementos encontrados en el potrero que lindaba con casa. Al poco tiempo, habitaban en mi palomar más de treinta ejemplares, con sus nidos; en algunos de ellos, había huevitos, en otros asomaban pequeñas cabecitas sin pelo que se movían todo el tiempo, chillando cada vez que la madre se acercaba al nido.

En el techo había dejado una pequeña abertura, con un sistema de entrada, pero por el cual no les era posible salir. Una vez por día, en horas de la tarde, permitía la salida de las palomas para su paseo diario necesario.

Ellas levantaban vuelo y empezaban a revolotear; primero en pequeños círculos sobre el palomar, agrandándolo lentamente, para luego tomar cierta dirección, y simplemente desaparecer.

A la hora, más o menos, comenzaba a llamarlas, utilizando para ello, un silbato especial, sólo las palomas podían escucharlo, dado su sonido agudo; a los pocos minutos aparecían y lentamente de a una por vez, como soldados en un desfile, comenzaban a descender, entrando al palomar, donde la comida ya les esperaba. Ese era el momento que yo mas gozaba: verlas aparecer de la nada, para luego entrar de regreso a su casa, era algo para mi, conmovedor.

Pero, las peleas con mi madre, fueron en aumento; ella mantenía que, a causa de mis cuidados con las palomas, descuidaba mis obligaciones escolares, y otras cosas; todo como causado por mis palomas.

Un día, al volver del colegio y dirigirme al fondo de la casa, como era mi costumbre, quedé paralizado, no pude dar crédito a mis ojos: el palomar estaba ¡¡vacío!! Rastro alguno que indicara que allí, vez alguna, existió un palomar o algo parecido.

No recuerdo haber consultado sobre el motivo de lo acontecido. Deduje la respuesta. Varias semanas no entable conversación con mi madre. El paso de los siguientes días se han borrado de mi mente. Creo que mis padres, trataron de explicarme la razón de lo sucedido; pero no recuerdo si entendí o escuché lo que se me explicó.

Ese palomar, ese recuerdo, fue una mancha que aún perdura en un rinconcito de mi corazón.



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*Registrado/Safecreative N°1005106243947

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