Nitsuga Amano

El Umbral de las Palabras

A veces escribimos
desde las esquinas del tiempo,
donde las palabras se entrelazan
con hilos de memoria y deseo.
En la silla del abismo horizontal,
con las alas rotas,
buscamos la verdad en cada verso.

 

 

Otras veces escribimos,
desde el sofá del laberinto,
con cojines de certezas inciertas.
En cada minuto que corre sin tregua,
las manecillas dibujan destinos
que se desvanecen en estaciones fugaces.
El corazón tiñe los versos de colores,
mientras la nostalgia despierta en susurros.

 

 

A veces, escribimos desde una bañera,
donde las lágrimas calladas se deslizan.
La pluma se sumerge en el desierto del alma,
donde los silencios gritan y se ahogan.
Es entonces cuando las palabras,
como agua bendita,
lavan las heridas del tiempo y el olvido.

 

 

Escribimos desde entrañas en guerra,
donde se enfrentan luces y sombras.
La tinta fluye en batallas eternas,
cicatrizando el papel con nuestras cicatrices.
Peleamos contra el tiempo y la incertidumbre,
con la mirada fija en la página en blanco.

 

 

A veces, escribir es habitar otra piel,
vestir palabras prestadas y sentimientos ajenos.
Es navegar en la corriente de una ira ajena,
surcar mares de tristeza y desolación.
Pero también es encontrar el eco de una voz propia,
rescatar la esencia perdida en el laberinto de la vida.

 

 

Escribimos bajo el manto de una lluvia persistente,
que empapa las palabras de melancolía.
Bajo el sol abrasador que quema los versos,
y en su calor renacen historias de amor y pasión.
Es así como en la dualidad de la existencia,
encontramos la chispa de inspiración y creación.

 

 

Escribimos desde el cristal roto del corazón,
donde los fragmentos guardan secretos y susurros.
Desde los ataúdes de amores pasados,
rescatamos la esencia de lo que fuimos y dejamos ir.
Pero también desde el jardín de flores marchitas,
buscamos la belleza en cada pétalo desvanecido.

 

 

Otras veces, escribimos desde el amanecer,
donde las promesas se visten de nuevos horizontes.
En la floresta de jazmines y fragancias,
encontramos la frescura de un nuevo comienzo.
Desde las alas del ave Fénix,
nos elevamos en el renacer de la pluma y la pasión.

 

 

Escribimos contemplando el cosmos,
donde las estrellas nos susurran secretos cósmicos.
Desde el lienzo en blanco de un pintor inspirado,
damos vida a las imágenes que habitan en nuestras mentes.
En cada trazo, en cada color, en cada trama,
plasmamos la esencia de nuestras almas errantes.

 

 

Escribimos desde el café recién hecho,
donde los aromas despiertan la musa dormida.
Desde las sábanas revueltas del alba,
donde los cuerpos se entrelazan en pasiones intensas.
En cada caricia y en cada gemido