Alfonso J Paredes

La Curia

Estimados señores de alta alcurnia:
nunca me veréis el reguerillo de baba
ni me encontrareis entre la curia.
 
Es por ello por lo que no caigo de pie,
porque mi camino es siempre una zancadilla,
y desaparezco mezclado entre la chusma.
 
No me prostituyo como los infanzones,
de esa clase de hombres
que moldean sus lápidas,
del dibujo que les mandan los Barones.
 
Siento esa espada de Damocles
que me pesa desde la cabeza hasta los pies,
aunque no me importa porque lo sé
y quiero que tú también lo notes.
 
No soy de ese estilo de hombres de manada,
que consiguen escalando, escalafones,
con una simple mirada.
 
Siento el peso de la soledad,
que lucha contra la muchedumbre,
pero me cae el mazo de la mencionada curia.
 
Siento el poder de ser único,
de desprender de mi cuerpo
serpientes de envidia;
el ataque de los príncipes infanzones,
que creen que quiero su hermandad,
de fariseos y carguillos de corazones.
 
No voy nunca a beber de su vino,
ni a comer de su plato,
ni a alabar sus mandatos,
porque no quiero pertenecer
a esa ignominia de lo divino.
 
No he visto tanta envidia nunca,
ni tanto poder de destrucción,
ni tanta injusticia,
como la que procesan los patrones,
esos infanzones de la alta alcurnia.
 
Caigo a menudo en el oprobio
de los que se creen dioses divinos,
pero me levanto con la cabeza alta
y en mi mano, brindo con una copa de vino.
 
Alfonso J Paredes
SafeCreative/Copyright ©2022