Manuel Valles

Elegía de las sombras

Allí están, sosteniendo su sombra,

pegados a una barda,

revolviendo en soledad su desesperanza,

arrumbados en el hueco apagado

de un grito.

 

Arrastran sus pies en el asfalto,

pies descalzos que caminan afligidos

la vía dolorosa en el día

de la bienaventuranza ajena.

Allí están, forman con sus manitos un cuenco

en qué poner su alimento diario

-ese que a mordiscos se comen

sus bocas enfermas-.

 

¿Los ha visto tu alma ciega, acaso?

¿Los han visto tus ojos ir cayendo

como sombras pesadas

hacia el abismo de la indiferencia sin fondo?.

 

No me preguntes por sus nombres,

fueron escritos en el viento,

acumulados por montones

en la hora fatal de sus desdichas.

 

No me preguntes por su hambre,

han comido insultos siempre,

con el desprecio de la gente

servido en rebanadas agrias.

 

No me preguntes por qué están sucios,

ellos visten simples costras de polvo,

nosotros traemos la mugre

agolpada en nuestras mentes

como un torpe racimo de frutos.

 

No me hables de Dios a estas alturas,

van cayendo de sus nubes los cuentos

del hombre,

echados al fondo de la vergüenza

por la fuerza gravitacional de este mundo.