Mi estimada
he aquí nuevamente pensándola
con la soledad y la noche
que dan fe de lo que aquí le escribo.
Recordando aquellas
apasionadas charlas,
donde le dedicaba
noches y días a seducirla,
tratando de enamorarla.
Pero su corazón late por otro,
no soy yo quien le roba el aliento
ni el que la desvela en las madrugadas,
tampoco el que la hace estremecer de placer.
Créame si le digo que siento envidia
de que aquel tipo, vaya dichoso que los es,
que bebió y aun bebe el amor más puro
directo de tus labios.
Discúlpeme mi estimada,
mi sentir es tan egoísta,
cuando usted lo tiene todo por perder
en cambio, a mí no me queda nada,
mas que mis locuras embargadas
y mi pésimo oficio de amante.
Hablamos a corazón abierto
exhibiendo nuestras almas
con todas sus virtudes y defectos,
no maquillamos palabras
eran versos sentidos
cargados de fuertes emociones.
Tantas veces la soñé
reposando en mi pecho,
erizándome la piel
al más mínimo susurro.
Cuantas historias comenzamos
y dejamos inconclusas,
contuvimos tantos besos
que se volvieron un abismo.
Bastaba con mirarnos
para arder en la lujuria,
y por no sucumbir al deseo
optamos por refugiarnos en el silencio.
Lejos quedaron
aquellos besos y caricias,
aquellas noches de amor
que pintamos en poemas.
Será nuestra duda eterna
guardada para siempre
en nuestras retinas,
de todo lo que pudo ser
y jamás fue.