Medio siglo duró la travesía,
diez lustros remando a pleno sol,
desafiando tormentas y galernas,
calmas chichas, tornados, desazón.
Primero fui grumete de cubierta,
fregando y soportando el temporal,
más tarde, galeote en las bodegas,
remando día y noche sin parar
y ascendí a marinero sin galones
con derecho a cocina y poco más.
Fui subiendo en la escala de la armada
hasta llegar a patrón y a capitán,
empuñando el timón hasta agotarme,
largando trapo en pleno temporal,
rescatando navíos del naufragio,
guerreando contra la tempestad.
He surcado océanos y mares
desde los polos hasta el ecuador,
he fondeado en calas ignoradas,
he amarrado en mil puertos bajo el sol.
Pero ahora pretenden encerrarme
en las cuatro paredes de un “hogar”,
un dique seco tramando mi desguace,
un vertedero donde no molestar,
rodeado de ánimas en pena,
miedo, sombras, silencio, soledad.
Pero no lograrán que me someta
que me deje pudrir lejos del mar
y una noche, retomaré mi barca,
remaré más allá del malecón
y entregaré mi chalupa a la deriva,
al pairo de las olas y de Dios.