A.A.S.S (Carrizo)

Campos de Castilla III

 Campos de Castilla III

‎ Autor anónimo ·

 

 

Campos de Castilla. III.

Campos yermos de Castilla,

estériles campos yermos,

un grito de maldición

que trajo el lejano viento

ha acabado con su vida

y sólo hay llanto sobre ellos.

En la costra endurecida

de estos parajes misérrimos,

no hundió el arado su reja,

porqué el incauto labriego

dejo engañar sus oídos

con mentirosos acentos.

No labres tierras ajenas

que es llenar bolsos ajenos,

preferible es que perezcas

si no puedes ser su dueño.

El labrador, volvió a casa,

y abandonó sus aperos,

y el campo de sus amores

se convirtió en cementerio

Castilla se empobreció,

el grano olvidó en granero,

en vez de amapolas rojas

aparecieron los cuervos

adiós los rubios trigales

que como mares de ensueño

agitaban sus espigas

al soplo tibio del céfiro,

adiós la siega, las eras,

los trillos, los rastrojeros,

los canticos de las mozas

los caballitos troteros

adiós la sana alegría

de los días veraniegos

cuando los carros cargados

de trigo dorado y tierno

conducidos por un mozo

se iban acercando al pueblo.

Bienestar, paz y riqueza…

¿que quedó de todo aquello?

¡solo un silencio de muerte!

¡solo el temblor de un recuerdo!

Pero…¡no! se alza la aurora

oyese un canto a lo lejos

que pregona la esperanza

en los españoles pechos.

Es una voz que nos dice:

que nada muere, que el tiempo

pasado será presente

y, el presente más espléndido

que lo que no han sido nunca

todos los años pretéritos,

que los campos castellanos

volverán a ser de nuevo,

mares de espigas lozanas,

preludios de frutos cientos´

que, en las eras bulliciosas,

se oían los cantos amenos,

con que los mozos, y mozas,

van diciéndose requiebros,

mientras el trillo rechina

sobre los granos resecos,

que volverá la alegría

que habrá paz en los senderos.

Que otra vez han de tornar

aquellos benditos tiempos

con que llamarse españoles

era llamarse fraternos.

¡Oh! sí, campos de Castilla.

campos imperecederos

horizontes infinitos,

claros paisajes señeros.

Luce el arco iris, asoma

con sus colores risueños,

¡Pasada la tempestad!

vuelve a serenarse el cielo.

 

 

 Anónimo, gracias a José Mirallas la he podido recomponer, yo la aprendí allá por el año 1940 de un maestro llamado D, Jose Conde en Almansa (Albacete).