Francisco VV

Como una marta de hábitos nocturnos

Paso elástico, cuerpo eléctrico

vuestros ojos el firmamento

veranos y truenos tu cabellera.

 

Eres mediodía hecho noche

ahí, donde el tiempo se congela;

ahí, donde el azul se junta con el gris.

 

Cual perro tras tu falda, ávido de amor.

“Quince, dieciséis”, decía mi pecho;

“Dieciocho, diecinueve”, mi sublime.

 

Dieciséis —respondiste sin titubear—.

Trabajo con permiso de mis padres,

laboro bajo la firma de un notario.

 

La necesidad tiene cara de hereje.

Fácil decir: “Mi único trabajo es estudiar”.

La realidad es otra: “Tengo derecho a trabajar”.

 

Niña casi adulta, mujer a medio terminar,

tus ojos recrean mi vista encallada

tu voz pueril, mis oídos cual boya.

 

 

Piedra mojada, seca por fuera, así me sentí

(la verdadera libertad se vive en soledad).

Tímida beldad, medianía que no osa asentir

(es mi consciencia… rendida ante la verdad).

 

 

Como una marta de hábitos nocturnos

día a día salen los buses de mi terminal.

Estoy varado, maridado con los años.

 

Como una marta de hábitos nocturnos

ante la lozana cúspide de vuestra aurora.

¿Sabe algo, señorita? Estoy enamorado.

 

De usted estoy enamorado. Siete de copas:

mi corazón no sabe, por eso entiende:

si busca verdades, termina lleno de mentiras.

 

A la distancia ni siquiera oso mirarte:

existen tantos hombres enamorados,

tan pocos, cuya maldad nos mataría a todos.

 

A la distancia usted intuye mirarme.

No es química. ¿Curiosidad, prevención?

Solo hago mis rondas, mi mejor seguridad.

 

Cada adolescente que grita ¡SÍ!

prueba que Dios cree en la humanidad.

Por favor, no temas, di que sí. ¿Confías en mí?