Arturo

Las emociones las narra nuestro pulso

Hay ciertos libros que en un comienzo atraen con una portada atractiva, y que al leer el epílogo te llena de tanta curiosidad que es inevitable no abrirlo y hojear un poco su contenido. 

Que con un par de palabras te da la intriga y el gusto que busca un buen lector, este que puede llegar a valorar una obra de alto calibre. 

Ahora bien, los que se atreven a abrirlo (o los que el libro permite*), comienzan poco a poco a enredarse en aquella enriquecedora experiencia.

Yo lo he comenzado a abordar tras unas copas de vino, con un gustito que excepcionalmente ocurre, este que realza la vida con el sentir de las palabras, aquellas que recorren mi oído, llegan hasta el imaginario y abren espacio para escribir el inicio de una nueva historia. 

Con el pasar del tiempo y con el ritmo de lectura en su punto, descubres que ese gustito empieza a ser peculiar, que hay capítulos que quieres solo seguir leyendo con mayor frecuencia, con un mayor gusto.

Amigos lectores, que saben de lo que hablo, les confieso que he leído y he aprendido; que he sentido, y que con ansias otro capítulo tengo que leer.

¡Que la vida lo ha puesto!

Y sería imperdonable no seguir disfrutando de ello, o quien sabe, poder escribir cualquier aventura mutua en las hojas en blanco que nos quedan.