Vancouver

De trenes y pensamientos

Me saco los guantes con la inoportuna impronta de un loco que no le teme al frío.

Una acción automática, una necesidad sin origen. Empiezo a dictarle al teclado, que con obediencia escribe lo que la cabeza esconde.

Entre borrones de algunos de versos y el rehacer de un par de líneas, dilucido los atisbos de una idea que destaca entre tantos pensamientos, díficil de sujetar por el movimiento del tren.

Y no es el frío, sino el calor me falta.

Y no es el viento, sino el aliento distante.

Tampoco es certeza, es adivinanza.

Quizás un nombre apunto de escapar de mis labios.

Por suerte el teclado es obediente.

El tren se detiene, yo me vuelvo a poner los guantes. El frío me devuelve la cordura y pienso más sereno, que el amor es solo merecido por aquellos locos que a nada le temen.