Vancouver

La poesía de tu piel

Nunca supe bien lo que hacía en ese momento,

ni cuantas veces besé cada parte de su cuerpo.

Nunca supe a lo que me apostaba,

ni cuantas veces hubiese vendido mi alma

por otra caricia que mis manos desesperadas anidaron en esa espalda.

 

En ese punto, cuando tu pelo caía en mi cara, y tus besos en mis labios,

yo solo pensaba en hacerte poesía.

 

En ese instante mismo, me di cuenta que estaba maldito.

Maldecido por la vida y por la muerte,

por querer usar tu cuerpo para hacer poesía,

sabiendo que fue tu piel quien la hizo a ella.