Desde aquella alborada
en la que no descansó
sintió que el reloj
avanzaba rápido y veloz.
El día se encalló entre
la arena de la nostalgia
y el agua de la tristeza
lo inundó poco a poco
sintiendo el cansancio
agotador de las horas yermas.
Llegó el amanecer y después
apareció entre luces
envuelto en los brazos de la
noche; en el oscuro crepúsculo
emergió la luna en cabestrillo.
Solo son recuerdos de una
hija que abatida por su pérdida
envejece afligida por una madre
ausente en la tierra.
Madre, miró las estrellas y entre
ellas tu brillas eterna.