Eduardo Clavel Rizo

Despedidas

Es el fin
aquí es donde todo termina,
sobre esa línea blanca que divide las cosas
y a la que puede que sobrevivan fotos
amigos,
sábanas con las huellas de nuestras manos.
Grafitis en los muros del cuerpo
y las flores de Baudelaire en el lienzo de la cama
sobre la que dibujamos los primeros trazos de un niño.
Incluso
puede que uno vuelva a pensar en el otro
y ese recuerdo
nos haga saltar la chispa de los huesos,
pero al final del día todo vuelve a la normalidad.
Llegamos a casa y colgamos el morral en una esquina del cuarto
y volvemos a hablar de política
de la burocracia.
De otros asuntos.
Tú de los tuyos y yo de los míos.
Y también volvemos a reír
porque uno sobrevive a pesar del dolor y las caídas,
y se acostumbra a otros abrazos.
Se resigna a enamorarse de otras gentes
de otras cosas
ya sabes,
de eso que siempre estuvo allí.
El joven que vende periódicos en el estanquillo de la esquina,
la chica del puesto de flores.
De eso que hasta ayer nos parecía intrascendente
vulgar.

En fin
todo vuelve a ser tan doloroso y sencillo
como abrir los ojos para comenzar.
Como aquellos primeros pasos.