Ahora preguntan, por qué ella lo amaba
si su presencia perturbó tantos años su miraba.
Aquellas caricias nocturnas eran tan dolorosas,
los susurros y besos, afilados cuchillos,
muestras de amor tan macabras
plagadas de egoísmo, golpes y gritos.
Sólo la frialdad en su cuerpo magullado
se atrevió a gritar una silente protesta,
mostrando el cruel ocaso de su existencia
dejando un retrato crudo, que todos llevarán al olvido.
No pregunten si ella lo amaba.
Sus pensamientos eran un mar de culpa
que nacieron de un hogar de absoluta tiranía
del que con esperanza escapó un día,
pero el refugio que halló era el mismo averno
con diferente matiz, cadena y verdugo.
Y todos preguntaron por qué seguía atada,
si sus mejillas reflejaban llanto constante
y sus sueños se apagaban lentamente.
Qué esperaban, la criaron para quedarse callada,
para parir y criar hijos, servir la mesa,
negar su angustia y llorar a solas.
¿Preguntan por qué no escapaba?
El miedo a quedarse sola,
al juicio implacable de la muchedumbre
_¡Pobre miserable, no pudo retener a su hombre!
Por eso aguantaba sus arrebatos
y día a día cubría su rostro hinchado.
Está equivocado público morboso
su corazón no tintineaba enamorado,
pero unas cuantas palabras dulces
en un mar de tormentos infantiles
prisionera la volvieron
de su triste decisión.
Hoy quizá descansa tranquila
tal vez exista en una estrella,
para poder orar por aquella niña
que se ha quedado totalmente sola
y que espera que su historia
no se repita en ella.
Ely