Vancouver

Otro poema a la Luna

 

Al servicio del ruin, la falacia del verso,

te comiste un cuento para nada servil.

Lloraste mendigo, encadenado a tus actos,

por seguir a personas que solo buscaban riquezas.

Te trataron de especial, futura proeza

y terminaste nefasto, carente de afecto.

Entre tantas promesas, caíste en el cuento,

y entre tantas personas comenzaste a pensar.

 

Por tu cuenta un invierno aullaste a la luna,

y ella te cacheteó y te trató de insolente:

“¿Para contarme tus pesares, quién te crees que eres?

¿O te crees especial por escribirme unos versos?

Acaso quizás, más importante que el resto.

Pues te cuento un secreto, pequeño mundano.

De los humanos que me cantaron, puedo hacer una nación,

y de las letras que me escribieron, hacer el nuevo esperanto.

No eres diferente, ni el primero, ni el ultimo.

Más bien eres indiferente igual al resto\"

 

Me fui llorando por un bosque a oscuras sin agachar la cabeza.

Pero esta vez, al menos supe, que tanto las penas como las ideas, eran mías.