ricardogonzález

JARTA-POBRE

El hambre sigue siendo hambre

¿Qué queda de la comida que no estuvo?

Nada, ni la mesa, porque nosotros comemos en el piso.

 

Platos sucios, que no entiendo

¿por qué no lavan, aunque sea por misericordia?

La cocina, que es el cuarto, el baño y el comedor

sirve también como patio para el perro de mi abuela

 

Dichosos los vecinos

tienen pan y queso, lindas palabras de aliento

y un buen Dios que no los deja.

 

¿Qué estaremos pagando?

¿Acaso ya no hay más dulces que repartir

para estos pobres niños que se disfrazan

de tristeza?

 

Alguien, cualquiera, que piense en el mañana

que entienda que la semana, no mejora por ser

sábado, domingo o lo que sea.

 

No hay nada que ver

ni agua que beber

en este seco manantial

que no cambia con el tiempo

los gobiernos o la primavera.

 

 

 Aquí el invierno

es de estancia permanente

como en el jardín

del egoísta que fue salvado

por el Jesús crucificado

con las consecuencias

del amor.

 

Lo que nos pasa se parece

pero nunca se compara

con las ganas de estas caras

mal llamadas “sinvergüenzas”

que muestran la necesidad

de pedir cuando las manos

por constancia de la ausencia

pierden también sus dedos incompletos.