Lucas Gress

¡Nomás a ti te oigo!

El tic tac no suena,

el crujir de los muebles a media noche

¡no lo oigo!

¡Te escucho a ti!

A tu furía desenfrenada

tu furia silenciosa,

ese coraje ahogado en  saliva amarga.

 

No suenan más los gatos en el techo

ni el grillo impertinente

ni el ratón de la cocina.

Te oigo a ti, con gritos acérrimos

gritos que llevan mi nombre

gritos del pasado y del presente

gritos prolongados que se guardan en ti.

 

Y tú no los dices

pero yo los oígo,

los oígo y no sé si tú los oyes

si los sientes como saltan,

saltan hasta tu garganta,

y luego caen

caen hasta tu silencio, 

caen y y rebotan nuevamente,

y quizás no los oyes,

pero yo sí,

y me friegan la noche

y me friegan el sueño

porque no escucho el tictac

ni a los grillos

ni los ratones

nomás te oigo a ti.

 

Un cántaro de baile amargo,

un cántico de soledad y despecho

un recuerdo añejado, envenenado

¡Estoy cansado de pensarlo

de meditarlo!

¿Qué es? ¿Qué dicen?

¿Qué dicen las voces que oigo pero no entiendo?

¿A qué responden tus ademanes invisibles,

tu rubor pálido, 

los ojos discretos?

¿Qué carajos? ¡Qué carajos!

 

El tic tac no suena

las tuberías chupando el agua

¡No las oigo!

Ya no las oigo

Nomás a ti, nomás a ti te oigo.