Ya no. Ya no vuelvas.
Déjame con esta náusea constante,
a sabiendas de que tu saliva envenenada se me repetirá toda la vida.
Déjame pelearme con la nostalgia en cada acera,
también a sabiendas de que el perdedor siempre seré yo.
La melancolía siempre gana.
La melancolía siempre hace retroceder como la más terca de las drogas,
como paliativo para miedo al futuro.
Mientras tanto,
seguiré desgarrando despedidas sobre la línea del tiempo, evadiendo los compromisos con la estabilidad,
interrogando a la tristeza sin esperar la respuesta.
Dile que ya no vuelva.
Mi nostalgia siempre será patrimonio de tu boca.
Enemiga de la lógica, barricada en el camino.
Noches de exilio terrenal.
Así mi vida siempre será un poema inacabado,
un sueño por empezar, la caricia anárquica que despilfarra las ganas de rendirse,
los relojes escondidos cuando me pongo a pensar en ti.
Prejuzga si quieres esta distancia,
pero solo es instinto de supervivencia.
Mientras sigo tratando de entender el vacío,
cuando ayer fuiste mi infinito.
Mientras sigo tratando de hacer migas con el silencio,
cuando ayer solo escuché el eco de tus promesas.
Mientras él trata de conseguir que me olvides.
Dale ánimos de mi parte.
La poesía es un chivo espiatorio que delata mis retinas y ayer te contó que estaban humedecidas,
pero también te dijo en un arrebato de cobarde valentía \"Ya no vuelvas\".
Matt Vedra