Catelgood

La Clara carta

            Mi querida amiga: Sé bien que su tiempo es oro y que, si bien adolece de sibaritas inquietudes, pretendo no coartar sus hedonistas aspiraciones tratando de hacer mi léxico coercitivo y breve, si bien nunca apocado.

En previas ocasiones habrá quizá percibido, mi vocabulario un tanto desnortado, lo cual me ha inducido en un febril empeño estajanovista que pueda esclarecer algunos puntos que antes desfribilaban mi apéndice bucal.

Es mi deseo por tanto, ser preclaro en mis conceptos y no exigirle respuesta maniquea para mis dicotómicas disertaciones, sino la viceversa de la cuestión en ciernes: Aspiro entonces, a que en la precisión de los enunciados que corroboro a continuación, mi pequeño talante sumiso e inquietamente humilde, le parezca suficiente para recibir mis premisas y no me considerare a priori, estafermo en su percepción.

 

Considero un silogismo ampuloso de mi parte el intento de refrenar la válida necesidad de imprecarle en reclamo de su abandono, aunque no descarto la inducción de su visión prístina sobre mi jauta persona. Situación bizarra que, por otra parte, mortifica mi abrumado espíritu y recalcitra en las penurias descorazonadas de mi abyecto interior.

 

Menester es preciso, pues, esclarecer que no la deseo de hieródula, pero mi cutiano aspaviento por adjuntarle a mi vida no proviene de mi províntica necesidad, sino de mi exultante encono. Aclarando, claro, que preclaro no es claridoso, en caso de que clarifique poco el claro concepto que endoso...

Así, pues y en reserva que su abulia natural, ante mi zolocho comportamiento pudiera injuriarle y devenir en cafardía inducida para evitar mi anhelante deseo de ser comprendido. Considere mi ostentoso intento de llamar su atención como proverbial para sus refucilantes intereses, y no sólo un comistrajo que en irascible actitud, pueda dejar a la vera de su entendencia, mi anhelo por usted… que pingüe se multiplica en morrocotudo afán que no me cabe en el garguero y pugna por volar en ósculos, insuflados por mi estoma y cabalgantes en las almohadillas de mis falanges, emprendiendo raudo vuelo hasta el nacimiento de su fíbula, que recorrieren cánula y escápula  y le dejaren acleida por el desgaste en fruición de su níveo y císnico, cúrvico y esquivo cuello.

 

La incertidumbre de su devaneo y su jarifa presencia en mis elucubraciones tácitas, implican un ejercicio diacrítico que hube de compostar con el mucho abono de mis recuerdos y mis nítricas lágrimas, a pesar de las muchas y lánguidas frases que irrumpieran en mi celebérrima acritud. Y a pesar de todo, como atahorma revuelo sobre su nítida presencia en busca de su muy anhelada y pizpireta mirada, que promuevo como diéresis de mis desvelos y en celebérrimo tránsito, deseare, si usted así lo quisiere, ser el canesú de su portante atuendo.

 

Y aun cuando deploro de Jenofonte y arbitro por Anacreonte, en cardinal deseo, procure usted, si a su venia invoca, el intrínseco deseo de corresponder al claro mensaje que ahora remito.

 

Bastare, si usted deseare alguna claridad sobre lo antes expuesto, a mí se dirigiere e ipso facto y expedito, corresponderé a su dubitación.

De su propia propiedad y de persona alguna más:

Yo.