Mallez

Camino del huerto

 

 

¡Qué bellas baldosas se nos adelantan

a aquel nuestro paso sigiloso y lento,

mientras matutinas unas aves cantan

en árboles mecidos por suave viento!

 

Y nos abrazaba el sol de la mañana.

Y muy pequeñitas nuestras sombras eran

por aquel sendero que a la hora temprana

tan grata compañía nos parecieran.

 

Junto al camino, como alzado en son de paz

en medio de ejércitos en cruel batalla,

hallábase tan esplendoroso el alcatraz

que por hacernos suspirar no desmaya.

 

Luego, atónitas también nuestras miradas

por el encanto en que se movían a solas

tan coloridas, sublimes, como airadas,

delgaditas se alzaban las amapolas.

 

Muchos matices, olor y hermosura

atraen a las aladas mariposas

que delicadas, con gracia, con ternura,

se posan en los pétalos de las rosas.

 

Claveles, azucenas, la flor de alhelí,

en un conjuro de la fresca mañana

vestidas de colores, como el colibrí,

se aprestan al encanto con buena gana.

 

Las abejas en sus rítmicos zumbidos

se apresuran a dar vida y endulzarla,

como suave melodía que en tus oídos

te enamora y te seduce al escucharla.

 

¡Qué bellas flores se hallan junto al sendero

de aquel perfumado vergel, de aquel huerto!

El camposanto es un edén verdadero

que engendra otro tipo de vida. ¡Muy cierto!