lazaro sosa cruz

ESCRITORES.

¿De qué hablamos los escritores cuando estamos solos? ¿Qué pensamos? ¿Por qué buscamos y ansiamos la soledad? ¿De quiénes huimos...qué es nuestra vida? ¿Por qué sentimos que hablar a veces no nos sirve de nada y que todo se esconde en las palabras que dejamos escritas como testimonios de un estar aquí, de un presente?

Nuestra estancia aquí se esconde en el Silencio y se refugia en la pasión de la palabra a la que logramos arrancarle la locura íntima del momento; nuestra alegría inmensa se reduce a buscar las palabras que sean capaces de generar espasmos, emociones, una sonrisa cómplice por muy larga que sea la distancia allá donde haya de llegar. Esos lugares donde crecimos, donde aprendimos a respirar, a sentir, a sonreír y que son los vientres de nuestras madres en aquellos nuestros primeros instantes de vida en la vida son hoy éstos nuestros lugares desiertos, nuestros espacios de exigida soledad donde nos preparamos para hablar en Silencio con todos los silencios; es donde nos preparamos para ser diferentes a los diferentes en esta corta estancia.

El tiempo, el tiempo de estancia, es el único juez juicioso y severo que nos vigila, el que nos señala y nos juzga; el que nos guía y nos corrige, el que nos dice en el momento de la duda cómo, por qué y para qué de todo antes de que nos equivoquemos. El tiempo no cuenta con nosotros y es por ello que corremos aunque en la dirección equivocada: corremos detrás del tiempo cuando lo que deberíamos hacer es correr delante de él, dejarle atrás, ignorarle.

Nuestro Silencio si fuera obligado serviría, sirve, como tumba que nos cubra del sol, del frió, del agua y del viento; también de las vergüenzas y de los irrespetos hacia nosotros mismos cuando no supimos ser honestos con las palabras que tuvimos a nuestro alcance, las que buscamos, las que nos llegaron, las que se ofrecieron a acompañarnos. Cuando las palabras se silencian es como el telón que cae cuando acaba la función, cuando termina nuestra capacidad de emocionar con verdades o con mentiras porque las palabras no saben de realidades ajenas sino propias y por eso son honestas, nunca nos fallan ni nos mienten.

Así es que seguimos, proseguimos entre días y noches la mayoría de las veces y del tiempo en solitario, apartados de todo y de todos. En Silencio, siempre. Y así hasta el último halo de aliento hasta que los ojos se nos cierren y no se abran más, hasta que llegue la oscuridad temprana...sólo así moriremos, momentáneamente, de verdad y esto no es un mal pensar. Ni una broma.

Lázaro.