Over Mendoza

Crónica en la muerte

Camino tristemente, de la camilla al baño, viceversa, como con colosal estupor.

Presa de una tristeza, que misericordiosa me deja vivir, y no merezco tanto.

Quebranto senil, deshidratado, busco a tientas algo más que sueños inundados.

en las aguas del pecado, mar desbocado, insomnio geriátrico que estrangula.

 

Y despierto ahogado en mi propia saliva...

A dos charcos de la muerte, a siete mares del planeta.

A diez pasos del túnel, a cien años de la vida.

 

Primer paso.

El maldito hospital te mata más rápido que las enfermedades más agresivas.

Segundo paso.

Es un contenedor de pandemias, la vanalidad antes del fin, el gris antes del luto.

Tercer paso.

 Me matan. Me tratan con cariño, como si el filo de la muerte me transformara en un niño.

Cuarto paso.

Aunque puede ser lastima, tal vez los enfermeros conocen el destino de las almas que penan, y sienten pena por ellas.

Quinto paso. 

Aquí dentro, por cada muerto se guarda un minuto de silencio, por eso nunca hacen ruido.

Sexto paso.

El hospital permanece en silencio eterno, limbo, liminidad clínica, terminal baldío hacia el infierno.

Séptimo paso.

Es un bosque sin árboles vivos, con plástico y mármol, es el preámbulo del velatorio.

Octavo paso.

El hospital es esa mujer de uniforme blanco que me quema con sus ojos y me cambia los pañales.

Noveno paso.

Tan blanca.

 

Pero el hospital no es este túnel blanco, se siente una humedad que hierve, hiriente,

el túnel blanco es parte de otra guarnición.

Sé bien que es lo que está delante, reconozco la habitación 037 que se me difumina en la espalda.

En este túnel blanco el musgo y los árboles vivos son el legado de las lágrimas de otras almas errantes.

El agua hace un eco de mis pisadas descalzas en honor al fantasma de mi memoria.

 

Camino tristemente, resignado, atravieso la simpleza carnal en un portal tórrido.

Obnuvilado, presa de una tristeza impía, muerto el cuerpo y de camino al fuego, el alma me destila.

Me transformo en antimateria, ectoplasma orgánico, parte del eco, parte del ecosistema,

que protagoniza mi exhausta marcha.

Y comprendo que mi alma ahogada en debilidad no es capaz, ni merecedora de llegar al punto G

de la tiste muerte.

 

Y eso me inunda de tristeza