Humberto Velasquez

Confieso

Digamos que tengo que inventarte,

sentarte a comer,

ya que enloqueces en tu trabajo,

como si no fuera tu jurisdicción,

el acento te cambia,

a veces no es lo que parece,

pero se de fondo y de entrañas,

que de noche haces tú siesta inmadura.

 

Digamos que me ocurres,

en toda dolencia,

y es sabido que sanas, 

que sales de pie,

y que en el año,

ni siquiera hay un cambio de estación,

aunque te suceda el efecto del niño,

cada vez que se eleve su partida.

 

Confieso preferirte

por la audacia de tu doble estornudo,

cuando besas,

con aquellos besos felinos,

de manera demorada,

unos minuciosos,

unos grandiosos,

como si comiera semillas,

que al hacer el cálculo,

se me llena de intereses,

cada beso futuro,

al lado de tu nariz,

pariente de secuoyas,

en donde quise tropezar,

escalar y ser el criado,

sometiéndome,

sin ninguna discreción.

 

Confieso que conviene estar,

sin que tú estés,

que te vea sin aviso sobre espejos,

y delates la mirada de olas gigantes,

el contacto de tu piel porosa,

tu pelo el que cortaste,

el que repartes ya que de momento,

no existe más que estrechez literal en una oficina,

y en mi pecho toda largura figurada.

 

Humberto Velasquez Jimenez