Javier Nava Cerón

MADRUGADA ESTELAR

L.F.

La noche cambio con sus sabanas oscuras,

el cielo de mi mirada, las estrellas locas y alborotadas

anunciaban tu llegada, la Luna temerosa de tu presencia,

dejo que lucieras el brillo de tu existencia.

 

La comedia nunca cesó, los guerreros poco a

poco cayeron en el vicio del sueño,

la noche jugo conmigo, como si en el mañana

no hubiera destino, y paso a paso

la vida te trajo a mi camino.

 

Fuimos testigos de lo que dictaba nuestro

destino, rodeados de guerreros ahora

caídos por el vicio del vino, tu insistencia

despertaba mis inocentes miradas, donde los

parpados se oponían hasta verte desistir.

 

La noche nunca nos arrullaba y en el

peor de los casos en guerra nos presentaba,

fui testigo de lo que las estrellas en el cielo

habían escrito, para que formáramos

de esta noche un mito.

 

El tiempo siempre constante, la noche siempre

oscura, las estrellas siempre pulsantes, la Luna

escondida en lo errante, Tú presencia siempre

brillante, tú sonrisa nunca arrogante.

Y Yo pensaba

en lo que ocurriría cada instante.

 

Las telas te abrumaron, como el abrazo entre

la Luna y la Tierra, las nubes nunca

faltaron para arrullar al son tú cabeza, mis

manos nunca te abandonaron, porque las

estrellas así me lo dictaron.

 

La noche nos tiño la risa, en los movimientos

de aquel troglodita, los pájaros mecánicos escupieron

en las altas laderas del cielo su insaciable fuego,

mientras que el Sol poco a poco llegaba

sin entrada a nuestra madrugada.

 

Las estrellas se fueron, y con ellas voló

el negro cielo, mientras que tú y yo

caímos como dos vampiros alérgicos al
Sol, en un profundo instante, donde

el tiempo dejaba de ser constante.

 

Acurrucados los dos en medio de la sonrisa

de la Luna, pactamos ya cómodos

y cansados el ligero descanso,

tú a mi lado y yo cada vez más alejado,

y sin fijarnos ambos,

caímos en un sueño sin fin.

 

En mi sueño nunca encontré el fin, a las

estrellas agoreras, a la Luna siempre bella,

al candente Sol, al tiempo constante, a nuestros

amigos guerreros, a la bella mañana, a la brillante

noche.

Sino que me encontré sumergido en tú nada.

 

Hoy al caer de nuevo a la realidad, solo recuerdo

que vivimos sin madrugar, mientras mis parpados te

colocaban en un altar, donde la nada ahora es recordar.

 

Recordar y pensar, que sólo tú eras

la estrella que me dictaba como actuar.