Con la noche caen los versos,
con la noche se reajusta el alma
y brotan palabras de cada poro.
Se va la luz y se asoman las memorias,
los deseos y los sueños.
Entonces uno mira detrás del telón,
donde las poses y las pantomimas,
donde los diálogos memorizados
y los actos de rutina, desaparecen.
Interlocutor de su propio discurso,
uno se reafirma y se niega.
Se escucha, se censura, se motiva,
se aplaca, se tortura y se consuela.
Con la noche uno escucha voces ausentes,
palpa caricias que se han desvanecido.
Con la noche el amor se recuesta, siempre,
a lado de uno, repitiendo como en mantra
el nombre de quien amamos.
Porque la noche es eterna cómplice
de los más amorosos
y pone en mismo plano los sentidos
y los sentimientos
y las sensaciones
y las emociones,
y las conmociones,
llevando a los amorosos a amarse.
La noche se hizo para quienes aman
y para quienes sienten,
para los que se reajustan el alma
y calibran sus emociones,
para quienes tienen recuerdos
como jardines de marzo
o lluvias de invierno,
para quienes tienen un sueño
y no se permiten dejarlo.