Wellington Rigortmortiz

* El Único

Si tan solo la revancha que siento

pudiera alejarse de mí,

si pudiese alejarme del pasado

sin tener que mirar hacia atrás,

cuanto desearía que los recuerdos

dejaran de traicionarme así,

tengo un presente que se atormenta,

un futuro que se ve y torna sombrío,

ideal sería el poder despojarme

de toda esta vestimenta sentimental

ya muerta, arrancármela totalmente

del alma, del cuerpo y de la mente,

el espectro del amor asesinado,

me persigue, camina junto a mí,

tras de mí y sobre mí, y, no es a mi

a quien debe perseguir,

será quizás que desea aun aquello

que ya jamás podré otorgarle?,

en batalla constante

debo confrontarle, pues,

no deseo habite dentro de mí,

que se posesione, y no se

como hacerle entender, que a mi

no es a quien debe mortificar,

perseguir, pues lo defendí con todo

lo que mi alma y mi ser pudo, mas

en la vida todo tiene su límite,

y el mío ya fue rebasado,

no pude hacer más, pues,

cada traición, cada decepción,

me fueron quitando la vida

lenta y dolorosamente en silencio,

silencio miserable y cómplice.

 

Dentro de una gran enfermedad perecí,

crónica se torna en el exilio,

y en el destino ahora soy

la cara oscura de la fortuna,

similar a una moneda, pero aquí,

dos fueron arrojadas al aire,

la otra con su cara de fortuna arrebatada,

en cambio, sin ninguna pena, compasión

o remordimiento, mora indiferente

a sus males y pecados, inconsciente

dentro de su conciencia mojigata,

el mal es así cuando asesina,

cuando hurta si tan solo

pudiese desvestirme, allí,

frente a él, dejarle ante sus pies

toda esta suciedad que dejo,

el cadáver de este amor que yo

a manera de sarcófago viviente

me he hecho cargo, y dejarle

también su espíritu

que se torno en espectro,

si tan solo pudiese hacer todo aquello,

…mis pecados de amor

ya han sido perdonados, pero,

mi alma está incompleta,

con el exilio impuesto, partes

me fueron arrancadas bestialmente,

otras, las otorgue con pactos verdaderos

que nacieron de los más profundo,

honesto de mi ser, con promesas hechas,

todo, cayendo en la trampa sagaz

que ella guardaba para mí en la mentira

tan mordaz, la farsa eterna

como solo el mal puede confabular.

 

No se cómo escapar de todo esto,

quizás un conjuro sirva, quizás

solo baste con tener fe,

una fe inquebrantable en la justicia,

en esa justicia divina, única, majestuosa,

liberadora, quizás necesite

de una batalla más, la final, a morir

o matar, una batalla sin rival más que yo,

el único, el sobreviviente, el que aun

guarda para si una esperanza

que es luz de luciérnaga

en la densa y eterna oscuridad

cual minúscula estrella

en el espacio infinito,

la sangre de Dios.