jarablanca

PROMESA DE AMOR ETERNO (RELATO)

 

PROMESA DE AMOR ETERNO

Desde la primera vez que se encontraron nuestras miradas, las dos supimos que nuestras almas no se separarían jamás.
Ella era una niñita alegre y vivaracha y yo, (según decía ella) una bolita de algodón andante.
Crecimos juntas, aunque yo lo hice más rápido, ( siete años por cada uno que ella cumplía) y por eso pasado un tiempo, me convertí además de su amiga en su protectora.
Ella era mi desvelo... Juntas jugábamos a todo tipo de juegos, desde el pilla pilla hasta el escondite. De éste último, nunca entendió por qué la encontraba tan rápido y pensaba que yo era muy lista, pero la realidad es que yo seguía su rastro.
Me adoraba y yo a ella. Fuimos felices creyendo que sería así siempre... Pero un día, empezó a abrazarme más fuerte que de costumbre, sus besos eran más efusivos y ella, era una mezcla de alegría y tristeza al mismo tiempo. Empecé a inquietarme.
Una mañana todos se levantaron temprano, en la casa todo era un ir y venir de una forma extraña para mí...la vi salir de su cuarto, arrastraba una maleta y tenía lágrimas en sus ojos...besó y abrazó a su padre, luego a su madre, me tomó en brazos, me llenó de besos y me apretó contra su pecho como si quisiera meterme dentro de ella. Después, me dejó en el suelo y dando media vuelta cruzó la puerta sin mirar atrás.
Aunque sentí que no la volvería a ver, lo cierto es que volví a verla cuando llegó el calor, pero volvió a marcharse, así, unas cuantas veces...
No entendí muy bien ese comportamiento, hasta que yo también me fui, me marché a ese lugar de donde nadie regresa (los perros también vamos al cielo) y, entonces, lo supe todo.
Supe que se fue en busca de un futuro mejor, que cuando al marcharse me abrazaba fuerte, mentalmente me pedía perdón por no llevarme con ella, que a veces sintió dolor ante la idea de que yo creyera que me había dejado de querer (nunca lo creí) que, el día de su boda supo que yo, ya no estaba en su mundo, y que lloró mucho añorándome... y que aún hoy me sigue queriendo y sintiendo en su corazón. Sé, que me escribe poemas… Ella no lo sabe, pero muchos días paseo a su lado por el parque... Me enredo en sus pies cuando trabaja en la cocina, me acuesto a su lado mientras escribe y lamo sus lágrimas cuando llora. Siempre estaré a su lado velando por ella, porque aquella primera mirada fue, una promesa de amor eterno.