María Belén Delgado

Cuando me enamoré de él...

Cuando me enamoré de él, tenía apenas diecisiete años, ya podrás imaginarme, aún una niña. Aquel hombre del que yo me había enamorado era exactamente aquello que no imaginé junto a mí; sin embargo, me enamoré, me enamoré perdidamente de su inteligencia, de su fisonomía, de su forma de hablarme. Me tenía, me había cautivado y yo caí sin siquiera pensarlo. Mi amor hacia ese hombre es el más puro que pude haberle obsequiado, pues bien tal vez exagero, pero, ¿qué alguien me explique si he hecho mal?. Ustedes probablemente piensan que al hablarles de esta manera estoy hablando de cualquier hombre, pero ¡No!. Él era mi orgullo, un hombre en todo el sentido de la palabra, no creas que te estoy hablando de un niño de mi edad, no pienses que estoy hablando de un adolescente como yo. No te confundas, aquel, era el dueño de mis sentimientos, pasiones, angustias, alegrías, también de mis tristezas. Te darías cuenta de cuan enamorada estoy, si vieses mis ojos iluminándose cuando escucho su voz o con tan solo escuchar su nombre, se eriza mi piel, me entusiasma. Ahora tengo la versión trágica de mi historia, no me juzgues querido o querida, no sientas pena por mí, fue mi decisión. Tuve la leve esperanza de que ese hombre sea cada vez más para mí y  también tuve la leve esperanza de que yo también lo sea para él, es precisamente por ello que entregue mi amor, mi cuerpo y mi alma, y me aferré a él como ninguna otra mujer lo hizo. Era evidente de que me adoraba, yo soy su niña, también soy su mujer, sabía perfectamente que tenía un tesoro a su lado, alguien que sin duda alguna estaba junto a él, ese alguien que lo amaba incondicionalmente. Me volví torpe, me cegué completamente, y aunque aún no me entiendas el porqué lo denomino trágico, te lo explicaré de manera muy sencilla: Yo estoy completamente seducida, flechada, y temo que esto llegue a ser superfluo, pues mi cariño es tan honesto, que no entendería qué pasaría con mi vida si lo dejo. Tengo la simple sensación de que somos felices, pero mi amor se ha transformado en algo más que no se cómo explicar, a veces es irritante, otras veces es sereno, para poder desprenderme de este dolor secreto lo escribo, porque prefiero que lo sepa el mundo, a que mi hombre, mi gran amor, mi cielo, se entere de esto tan triste que siento. Que si yo tengo la culpa, pues debo enfrentar las  consecuencias y el que esté libre del amor que lance la primera piedra...