Claudieta

MIS ENAGUAS

Respiro hondo

y el apresto de mis enaguas

parece que se acopla.

 

Si el aire es frío,

se fruncen las puntillas

en arrugas.

Si es caliente,

se ahuecan los tules

hacia dentro.

 

Respirar es todo un arte

de  elegancia y sosiego

cuando llego al borde

de la asfixia almidonada,

recién planchados

sus pliegues de luz.

 

Vuelvo a respirar hondo

una y otra vez.

 

Así todos los días

hasta  conseguir moverme

dentro de unas enaguas

que un día se creyeron

dueñas y señoras

de mi armario de hueso.