Natanael Berrios Sandoval

Dios

Alcanzó mi pupila la belleza divina del Gran
Dios Eterno quien con delicadeza atavió la
desnuda tierra; desde la frágil lila hasta el
nocturno velo, la vida se aferra a su
articulación repentina.

 

De Dios son los suntuosos mares y el
dulce céfiro; del Creador son las flores que
eclosionando perfuman la vida que las admira; de
Él, el majestuoso suspiro del bosque, que cantando,
liberan un sinfónico eco.

 

Del Divino es la alegría del caudal que
vigila al andar su rumbo azulejo y real; de
Él son los ciervos que al vislumbrar la alborada
saltan sobre los alcores verdes cuyas cúspides
albergan ensueños.

 

De Él son las empíricas coronas que en
el mundo proclaman soberanía; de Él
es la melodía que desencadena la idílica
estrena de tu presencia cual bálsamo para
cuando meditabundo camine.

 

De Dios es la vida y el aliento de nuestras
dos alma, que enloquecidas declaman un
amor que solo ellas comprenden. Del Santo
es el alba, que empedernido nos despierta
cuando culmina de la noche el temor...

 

De Dios es el universo y su plenitud, mas tuyo
es mi corazón, que palpita cual relámpago estridente;
tuyo es mi ser que ungido por tu virtud germina en
salmo de exaltación. ¡Oh amor mío! ¡Tú eres de Dios y yo,
perdidamente tuyo!