Dulces cristales se pierden a mares, cremosos cabellos caoba propiciando en ella una niña que llora, las olas arrastran aquellas tristezas cobrizas y tiesas esperando mareas para iniciar la tormenta, se dice que el cielo es malo al consolar pues sus penas únicamente ha de ahogar más no aprisionar.
La pobre alma llorona busca refugio en la costa al tiempo que un ave vigilante se postra, ambos se miran, ni un solo gesto, una lagrima y entonces un grito grotesco, pasa que han entendido el sentimiento. El ave se va, dejándole tranquila desangrar, entonces a unos metros más, se ha perdido ya en la inmensidad.