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Angelillo de Uixó en: Una tarde entre bonsais

como hortelano hernandiano cuyo destino es de fatales cornadas en un pueblo taurino y de vientos contrarios de este lugar que enarbola la bandera del fascismo desde el campanario de la asunción, robando al que menos tiene. El 23 de abril, después de que me robaran todos los ajos, y seguir  abriendo la tierra, tras la máxima perdida de todo el trabajo de meses. Un nuevo dolor  me circunda, se reduce a la nada la charca que alimenta mi huerta con toda su fauna sobre la que pende una cornada de luna que derriba su casa. Pico astral que abre la tierra y siega como una guadaña. Miran sus criaturas su seco destino, desaparecer agonizando entre los agujeros de la tierra. Con ese dolor que quisiera trasmitir, llevar, compartir, pasear por la feria del libro de San Vicente. Deseo escuchar el recital a Miguel Hernández, grial de lucha, versos en sangre de hombre valiente y enamorado de la vida.

Pero la sangre ya no es un camino, solo he encontrado conformismo en la palabra, no en la de Miguel, perdido, perdido, tan perdido como mi charca menguante, que ni la luna le cabe en ese alfiler de vida.

Perdido he entrado al club del bonsai.

¿ Habrá cirujanos como los del  club del bonsai de vall d´uixó capaces de sanar tanta herida haciendo las cornadas pequeñas?

Los que han hecho posible, con infinito trabajo y paciencia, levantar un olivo con el puño.

¿ No serán capaces de reducir a todos lo que siembran el camino de injusticias, haciéndolos enanos?

Meterlos en maceteros y depositarlos en nidos en los alto del campanario donde crían los cuervos, para que alimenten con sus cuerpos de gusanos sus polluelos.

Os llamo a todos vosotros, los del club del bonsai de vall d´uixo, a poneros delante de los jornaleros y defender el trabajo del campo.

Angelillo Uixó.