Heliconidas

Flor otoñal

Oh, mujer… ¡Cuánto te amé!
Te amé con mis reveses, mi inconstancia…
Con mis dudas y flaquezas,
mi inmadurez discordante.
Te adoré con taciturna gravedad
y tenuemente dejé morir
mi más preciada juventud.
Hoy volví a ver tu rostro
y me sentí de nuevo
árbol joven de flor primaveral.
¡Eres tan distinta a la que amé!
Tus ojos fueron palmos de luz
que abrieron remotas ventanas
dejándome desnudo
a una blanca caricia del recuerdo.
Tu sonrisa que fue el altar de mis ansias
hoy fue elegía de besos que no fueron.
Tus mejillas que florecieron como el trigo
hoy reflejaron el tenue matiz
de una flor otoñal en la tarde agonizante.
Oh, mujer… ¡Cuánto te amé!
Te ambicioné con delirio quijotezco,
con silencio platónico.
Con profundo temor y reservada osadía.
Simplemente, te amé para olvidarte.