Araceli Vellber

Nadie.

Nadie.

Nadie vendrá a rescatarme,

a buscarme.

Nadie llamará,

tampoco Nadie,

morderá mis labios,

acariciará mis sueños

ni tirará, un puñado de tierra

allá en mi fosa común,

Nadie.

Porque yo soy, al final, Nadie.

Nadie vendrá

a rescatarme de la barca de Caronte

ni leerá la sección de sucesos de la prensa

salvo para apoyar la taza de café.

Nadie recordará

mi callejón oscuro

aquel, que me quitó la vida

y me regaló el primer beso,

una noche de Luna.

Nadie reconstruirá mi rompecabezas,

con sus piezas

rotas, mojadas y viejas

y son tantas que desconozco su orden.

Nadie me quitará esta última copa,

salvo que el carmín rojo de tus labios,

se convierta en verde aceituna

y calme mi sed en tu boca.

Nadie.