Natanael Berrios Sandoval

Remoto...

¿A quién he de narrar esta pasión?
¿Acaso, tendré que esconder entre mis arbustos, este amor?
¡Qué amo sin condición, fronteras, finales volátiles!
¡Qué mi poesía sanguínea bulle cuando sutil me acaricias!

 

¡Sale la alborada cohibida de su destello fulguroso!
¡Tú, un distante ocaso intangible, remoto al resplandor!
Un plenilunio pusilánime que sensible gime al no vislumbrar
su lumbrera dorada, flagrante, divina, astral...

 

¡Sufre el océano al solo palpar los pies de la tierra!
¡Piélago melancólico, cuyo abismo se aferra a la soledad!
Yermo barro, árido, aclamador de las aguas de tu boca.
¡Qué insuficiente la lluvia celestial, qué minúscula para mi sequía!

 

¡Fuego ardiente, ínvido del gélido favonio de la orbe!
¡Escarcha glacial, deprimida al no ser capaz de tocar a su amante!
¡Qué incendio tan impetuoso, la nostalgia ensancha su tedio, su amor!
¡Qué nieve, Eurídice lamenta la ausencia de tu espíritu!

 

¡Dentro de una ilusión la vida añora besar a la muerte!
¡Fatal es la suerte de sus inconstantes esencias fundamentales!
Con su sombrío crespón divaga sobre la penumbra de la existencia,
y ella, con su corona de flores observa la demudada sombra del óbito
ancestral...

 

¡Dos distantes besos! ¡Dos distantes almas!
¡Tan cercas, pero tan lejos! Tras el umbrío
rastro de tus abrazos, dejamos el corazón
arraigado en una dilección desconocida,
escondida...

 

 

 

Natanael Berrios ®©